domingo, 28 de agosto de 2011

Ofrenda


Una tranquila tarde de domingo: Estoy leyendo al Santo Hno. Rafael y me llaman mucho la atención estos dos textos que ahora transcribo uno habla de la ofrenda personal (me trae recuerdos de Sta. Teresita del Niño Jesús) y el otro sobre cómo debemos llevar una vida contemplativa y activa a un mismo tiempo. Señor siento que estas son hoy tus palabras para mí ... ¡Gracias!

<< A Él le ofrezco lo que soy, bueno o malo, con salud o sin ella, mi vida, mi cuerpo, mi alma, mi corazón, todo. Me he ofrecido por todos, por mis padres, mis hermanos, por los misioneros, los sacerdotes..., por los que sufren y por los que ofenden a Dios. Que haga Él de mí lo que quiera.
(...) Quiero ser una ofrenda para Dios, pero sin que el mundo se entere; ser una leve sombra que pasó por la vida amando mucho a Dios y sin ruido; ayudar a las almas del mundo entero para que amen a Dios, y sin que ellas se enteren.
(...) Qué grande es el Señor. Mi vida aún no a empezado. Tengo una idea de lo que debe ser el amor a dios y aún no he empezado; y no comprendo cómo el que ha amado al Señor ha podido vivir.
A los santos o los ha sostenido el Señor, o no han amado a Dios, ¿no te parece? >>

<<¿No tienes a Jesús en el corazón? pero mira una cosa: no des a entender tu vida interior, ni se traduzca al exterior tu desasimiento de todo; fácilmente se falta a la caridad. Sé santo, pero un santo que esté en todo: habla, ríe, consuela a los demás. Enciérrate dentro de ti mismo con ese Jesús a quien tanto amas; pero haz partícipes a los demás de lo que tienes. Ocúpate con caridad de todo y de todos, aunque algunas veces te violentes. Si vieras lo que eso agrada a Jesús... Muy dentro, muy dentro con Él; pero al mismo tiempo, que se vea por fuera en la humildad, en la caridad, en la tierna solicitud para con el prójimo para con todos. Saber consolar, saber hacerse cargo, tratar con las criaturas para llevarlas a Dios, no esconder la luz debajo del celemín, tener una santa alegría en todo momento. Estar con el corazón en Dios y rezándole Avemarías a la Virgen; pero al mismo tiempo no encerrarse de tal manera que el mundo lo note.
(...) hay que ser santo, pero humano.>>

(Sto. hno. Rafael, OCSO. Carta. 10/12/1935)

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