El viernes pasado, por la tarde, nos fuimos Laura y yo de excursión al puerto de Canencia. ¡Qué hermosura, qué grandiosidad, qué silencio...!
Con toda intención había llevado el diurnal para rezar vísperas: la oración compartida con Laura y acompañada con los distintos cantos de los pajarillos de la zona se me ha quedado grabada en el corazón...
Otro momento inolvidable fue el balanceo sobre un columpio que había en una zona de recreo infantil (¡ya ni recordaba la última vez que me había mecido sobre un columpio!): en aquel entorno, bajo un cielo límpido y rodeado de un denso bosque de pinos, me dejé llevar por recuerdos dormidos en lo profundo de mi ser y una gran libertad afloró inundándome de paz y alegría.
¡Gracias mi Buen Dios por tanto regalo en una sola tarde!
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